La ampolla asesina


Hoy vengo a hacer un poco de auto-crítica o reírme de mí, porque mientras escribo esto con mi teclado ( nada duro por cierto), sufro y es que hoy me ha venido a la memoria esa época adolescente o como dicen en España edad del pavo y me he "marcado un Bella".

Aunque claro,tengo que decir que lo mío casi me tienen que poner puntos y no es broma.
Espero que os vayáis acostumbrando porque lo que me pasa a mí no le pasa a N-A-D-I-E.
Poneos cómodos porque os contaré el día que empezó mi fobia por las malditas ampollas asesinas.

Me hace gracia recordar la primera vez que sostuve en mis manos ese pequeño tarrito de cristal, donde el mundo de Alicia rozaba la realidad... o mi mente de friki no dejaba de relacionarlo.
Pensé que era muy mono, porque soy de las que sacan el lado dulce hasta a un simple plato, sí.
Tengo la suerte ( o la desgracia ) de que mi madre es enfermera, y teníamos por casas unas ampollas.
Así que con unas jeringas y unas agujas de carga mi madre, me empezó a enseñar como se abrían las ampollas, como cargarlas con rápidez, quitar el aire de las jerigas... vaya nada del otro mundo.
La cosa es que las abría sin problemas, dato que me sorprendió ( por mi torpeza natural), pero misteriosamente la décimo-cuarta vez que abrí una de esas Freddy Krueggers de cristal...me he rajado todo el pincipio del dedo índice, SÍ, DEL ÍNDICE.
No del pulgar o entre dedo y dedo... mi madre es profesora de prácticas, dice que nunca ha visto cosa igual.

Lo gracioso ha sido tener seminario por la tarde y que casi me tuviese que ir al hospital a que me pusieran puntos, pero no situación controlada chicos, soy un show pero eso sería pasarse.
Después de unas 10 gasas gastadas, el sangrado cesó por fin.

Y es que os prometo, que esa será la última vez que abra una ampolla de tal forma.
Con lo fácil que es abrirla así...


En fin chicos, recordar...las ampollas son malas.

Consejo número 2 del blog : Si el dedo puedes salvar, con la jeringa la ampollas abrirás (o compras un rompeampollas...sí existen, yo tampoco sabía de su existencia.

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